sábado, 18 de mayo de 2019

EL GALLINERO


ADELANTE



Los hombres y las mujeres no somos ríos y podemos volver hacia atrás. Podemos preguntarnos hacia dónde queremos ir, independientemente de hacia dónde las aguas nos llevan. No digo que sea fácil navegar a contracorriente, pero entiendo que es posible, individualmente y como grupo.
Avanzar a contracorriente es, por ejemplo, intentar reformar la economía de la ciudad de manera que pueda funcionar con menos producción industrial, sustituyendo nuestros hábitos consumistas por otros más responsables, más sostenibles.
Podemos revisar lo que habitualmente consideramos como factores de crecimiento económico, dando mayor importancia en adelante a la fuente de riqueza que son la educación, la cultura, la salud y el deporte.
Podemos volver atrás en nuestra relación con los mayores, con los niños y, en fin, con todos aquellos otros que creemos que no son como nosotros.
Podemos avanzar a contracorriente en materia de transporte, de modos de alimentación y de vivienda.
Podemos mejorar la gestión de nuestros ríos y campos, en el cruce con la ciudad, combinando los usos urbanos y agrarios con la preservación del ecosistema.
Podemos volver atrás y mejorar la calidad del aire en nuestras ciudades y la calidad del agua en nuestros ríos y en nuestras costas.
No deberíamos tener miedo a volver atrás cuando ese gesto puede significar, de hecho, navegar hacia delante. El salmón que remonta el río en vez de dejarse arrastrar por la corriente hasta el mar, ¿avanza o retrocede?

Juan Manuel López Muñoz

viernes, 10 de mayo de 2019

EL SOMBRERO DE ALA ANCHA




Mientras en nuestra ciudad se debate sobre quién es más jerezano que una berza y se defiende el ensimismamiento local, algunos nos preguntamos si no habría otra forma de entender el mapa, otro ángulo de observación de nuestra ciudad, otra vista que colocase Jerez en una continuidad geopolítica y cultural con el resto de Europa y con el mundo en la otra orilla del Mediterráneo y del Atlántico, en vez de situarla en un espacio de adelantamiento, de excepcionalidad o de exclusividad. Pensar en la frontera de Jerez es limitar su grandeza.
En la batalla por la alcaldía en la que se hallan actualmente enzarzados nuestros políticos, alguien debería de ser capaz de explicar honestamente a los conciudadanos que la realidad de Jerez no es la de la berza, ni la de la feria, ni la de la semana santa, sino la de una relación de poder entre un reducido número de grupos influyentes.
A muchos jerezanos y jerezanas lo que nos interesa no es lo que somos ni lo que tenemos, sino lo que aún podemos ser y tener. No nos interesa saber qué catastrófico sería que nos gobernase el partido político equivocado, sino saber qué capacidad de decisión tienen objetivamente los partidos para hacer lo que dicen que pretenden hacer.
En vez de pelear por colocarse el sombrero de mando, señores y señoras de la política municipal, por una vez piensen en quitárselo en señal de respeto a sus potenciales votantes y digan abiertamente qué tamaño imaginan que puede tener nuestra ciudad.

Juan Manuel López Muñoz

domingo, 5 de mayo de 2019

LA NUBE




¿En qué momento la nube pasó de ser un espacio para la imaginación a un medio para monitorizar el planeta al detalle? Antes de la era digital, caminábamos distraídos, concentrados en nuestros sueños o pesadillas, y eso era estar en las nubes. 
La capacidad de estar en las nubes era una facultad divina y misteriosa (como diría Baudelaire) exclusiva de ciertas personas naturalmente inclinadas hacia la fantasía. Soñar despiertos era la forma en que hombres y mujeres excepcionales comunicaban con el mundo de lo claroscuro. 
Ahora esas nubes conforman una sola nube, blanca y brillante, gigantesca y colectiva, a la que entregamos diariamente cada paso, cada pensamiento, cada palabra y cada emoción. Ahora, la nube es un sistema de vigilancia panóptico (Foucault), tan difuso, múltiple y ubicuo como siempre han sido las nubes. 
Al contrario que en los viejos sistemas de vigilancia (las escuelas, los cuarteles, las prisiones), en la nube no hay verjas ni muros; no hay reglas ni castigos, ni inspectores, ni maestros ni verdugos. Un solo vigilante basta en este dispositivo basado en las coerciones sutiles que ejercen, sobre cada uno de nosotros, nuestros propios datos. 
La información que subimos a la nube, sin querer queriendo, acerca de nuestras costumbres y nuestras acciones cotidianas es, precisamente, lo que nos controla.
Juan Manuel López Muñoz