domingo, 18 de noviembre de 2018

ODIO AUTORIZADO



Los discursos de odio no son algo nuevo, ni están potenciados por las redes sociales. Son nuestros políticos quienes, con sus discursos, legitiman la aversión al diferente, promoviendo el maniqueísmo, el pensamiento vacío y las palabras de plástico.
El odio siempre estuvo con nosotros y lo hemos combatido con la educación. Así, el odio resurge y se agudiza en periodos como el actual, en el que las políticas educativas nacionales y regionales priorizan los objetivos económicos frente a los socioculturales. Hay un desprestigio consentido, institucionalizado, de la labor de los docentes.
Su trabajo está permanentemente obstaculizado y bajo sospecha de adoctrinamiento.
Pero no es de la España de hoy de la que quiero hablar, sino de esa España indeseable que tal vez será mañana mismo, a menos que nos miremos en el espejo de lo que está ocurriendo alrededor y consigamos frenar a tiempo esa locura a la que parecemos estar abocados.
Esta semana pasada estuve participando en varios eventos universitarios en el estado de Paraná en Brasil. Ahí, en los pasillos, que es donde, durante los congresos, acontece y se dice lo que verdaderamente importa, pude constatar una enorme preocupación ante las medidas políticas que se avecinan con la próxima implantación de un nuevo gobierno concebido “por y para la mayoría” (entiéndase blanca, heterosexual y cristiana), cuyo mensaje explícito para los brasileños diferentes (rojos, negros, amarillos, musulmanes, gays…) es “que se dobleguen o desaparezcan”.
Mis colegas me relataron varios hechos escalofriantes que ya están sucediendo. En concreto hubo uno que me impactó mucho. Aconteció en el aeropuerto de Salgado Filho de Porto Alegre. En la fila de embarque, una familia blanca, madre, padre y dos hijas pequeñas. Las niñas corrían y saltaban, pasando por encima de los equipajes, gritando sin que los padres levantaran la cabeza de sus móviles. En un momento dado, dice la niña mayor (de unos 7 años): " Mira allí ... unos negros ... papi ... aquellos de allí ... ¿Bolsonaro también va a acabar con ellos?” El padre, un poco molesto, quitándose los auriculares de los oídos, ordena a la niña que hable más bajo, empujándola a un lado de forma poco delicada. La madre, quitándose también los auriculares, dice en voz alta: “deja que ella diga lo que quiera ... después de todo ... a partir de ahora ... estamos viviendo en una democracia y podemos decir lo que sentimos” …
Juan Manuel López Muñoz

lunes, 17 de septiembre de 2018

martes, 11 de septiembre de 2018

ILUSIÓN





Ilusión. Conceptoimagen o representación sin verdadera realidadsugeridos por
 la imaginación o causados por engaño de los sentidos.

viernes, 6 de julio de 2018

FAKE NEWS



FAKE NEWS

Este anglicismo podría hacer pensar que estamos hablando de un fenómeno nuevo, pero en realidad no es así: las noticias falsas, los bulos y los rumores, son prácticas del lenguaje tan viejas como el lenguaje mismo y tan rancias como nuestros instintos para obtener un beneficio manipulando a los demás.
Hoy en día, con la multiplicación de las plataformas de información a través de dispositivos informáticos, parece cada vez más complicado diferenciar lo falso falso de lo verdaderamente falso tanto como distinguir la verdad falsa (la posverdad) de la verdad verdadera. Pero en realidad nunca fue fácil hacerlo, con o sin internet, debido a lo mutable que es la relación entre las palabras y las cosas, como bien nos enseñó Foucault.
Cambian las verdades como cambian las formas de engañar, pero las mentiras no son tan nuevas como lo parecen: engañamos en cuestiones de salud, de seguridad y de política. Se miente sobre el otro, sobre el que procede de otra religión, de otro país, de otra cultura, de otra clase social, de otro género, de otra orientación sexual. Después de todo, las fake news se sustentan sobre los mismos arquetipos y estereotipos que construyeron nuestros mitos y leyendas fundacionales.
Tampoco cambian las intenciones a la hora de fingir y simular verdades.
Mentimos por interés político, para desprestigiar a enemigos o rivales; o por interés económico, para captar consumidores; o también por interés social, para ganar amigos con un determinado fin, a veces simplemente para hacer reír.
Siempre se miente para obtener un provecho personal o, de lo contrario, como decía Rousseau, ya no se trataría de mentiras sino de ficción. En cualquier caso, fingir no es necesariamente un acto criminal. Los discursos sobre las fake news apuntan sin embargo a eso: a un crimen (social y ontológico, en sentido kantiano) que merece ser perseguido y castigado.
Parece como si, de pronto, el mundo se hubiese llenado de falsos testigos, de estafadores y de perros ladradores. Personalmente lo dudo. Y opino que no es aconsejable alimentar tal creencia, que a fin de cuentas banaliza la verdad y no sirve sino a la creación de un clima de desconfianza entre ciudadanos, así como de recelo contra los nuevos medios de información, favoreciendo, en última instancia, el retorno del monopolio sobre la verdad a las manos de esos pocos medios que están autorizados y legitimados por el poder dominante. Al final, la verdad verdadera siempre queda fuera.



Juan Manuel López Muñoz

jueves, 10 de mayo de 2018

CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO




La cuchilla se esconde entre los pliegues de la indiferencia. Saben esconderse las cuchillas... El filo cortante causa dolor. Pero nadie parece ver la afilada amenaza hasta que se concreta en ausencia, en dolor oscuro. Sí, el dolor es oscuro. Me gustaría saber quién tiene la paciencia de afilar estas guadañas del ser. Habrá seres lúgubres, ajenos a la luz, quizás carentes del tacto de la seda. El odio germina entre los pliegues de la pasividad. Y brota como una planta tropical. Cuchilla de la posesión obsesiva, el filo de la muerte... Sí, el dolor es oscuro, y es un tenue silencio también. Afilar la hoja mortífera requiere concentración, y mucho silencio de los espectadores, observadores pasivos que al final de la obra se lamentarán, llorarán. Desconocer los secretos mecanismos del odio no nos libra de sus huellas. Olvidar los huecos del ser, provocados por la dominación, tampoco nos sirve para esquivar la oscuridad de la tristeza. Sí, la tristeza también es oscura. Habitamos un cosmos atravesado por los destellos del odio.
Juan Carlos González